Camilo era sacerdote, sociólogo, político, revolucionario y guerrillero, un símbolo del compromiso de cristianos en la transformación más radical de la sociedad.

De familia liberal elitista educación de renombre se hizo sacerdote en contra de su propia clase.  El día 3 de febrero de 1929 nació en Bogotá Camilo Torres Restrepo, Padre ateo profesor universitario, madre católica critica radical y liberal.

Dos meses antes de su nacimiento, el 5 y 6 de diciembre de 1928, se produjo la “masacre de las bananeras”. Otro triste episodio histórico en la larga tradición oligarca de asesinar a mansalva a la clase trabajadora. En este contexto de profundas desigualdades sociales nace Camilo, solo que en la vereda de los privilegios. Mientras estudiaba Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, decide ingresar al Seminario Conciliar de Bogotá, cuyos siete años de estudio y reflexión fueron decisivos en su interés por la realidad social y su acercamiento a los sectores empobrecidos. En 1954, una vez ordenado sacerdote, viaja a Bélgica para estudiar sociología en la Universidad de Lovaina, ciudad en la que toma contacto con el movimiento sindical cristiano y los sectores de la resistencia argelina. Cinco años después tras su regreso a Colombia se articula inmediatamente con las organizaciones estudiantiles, sindicales y campesinas. Ese año fue nombrado capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia, donde posteriormente fundaría la primera Facultad de Sociología de América Latina.

A mediados del siglo XX el mundo observaba cómo las potencias disputaban la hegemonía mundial. La Guerra Fría inició una escalada militar, económica y de control e influencia territorial sin precedentes. Camilo Torres, el cura guerrillero, fue un constructor de puentes hasta sus últimos días. Durante toda su vida promovió el diálogo entre el marxismo y el cristianismo. “Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado”, afirmó más de una vez.  Salió de su zona de confort en el seno de la elite colombiana para ayudar a los sectores empobrecidos, identificó la importancia del pensamiento crítico y trajo las ciencias sociales aplicadas a Latinoamérica, utilizó la posición de sacerdote -cual si fuera un influencer– para generar conciencia de clase y bregó por la unidad de las fuerzas políticas transformadoras, todo esto, al servicio de la clase explotada y los despojados.

Sus principales banderas fueron la lucha contra la pobreza generada por el capitalismo y la superación de la injusticia estructural de la sociedad mediante la aplicación de las ciencias humanas y sociales. De este modo, miles de sacerdotes que abrazaron este pensamiento como filosofía de vida se desplegaron por toda la América morena y castigada, construyendo tejido social donde no había, promoviendo organización popular en campamentos, clubes deportivos, sindicatos, agrupaciones de jóvenes y mujeres, siendo la fuerza que sostiene la retaguardia.

En enero de 1964 fundó el Frente Unido del Pueblo, un movimiento de oposición a la coalición de los partidos tradicionales, conformado por campesinos, obreros, sindicatos, gremios y estudiantes. La iglesia católica intenta persuadirlo para que regrese a Lovaina a estudiar, sin embargo, desiste de la oferta y en junio de 1965 da su última misa. Los métodos pacíficos de lucha contra la feroz represión del Estado colombiano, para Camilo Torres, terminan el 7 de enero de 1966, cuando anunció su incorporación al Ejército de Liberación Nacional.

Torres murió el 15 de febrero de 1966 en Patio Centeno, Tras combates con tropas de la Quinta Brigada de Bucaramanga, dirigida por el coronel Álvaro valencia Tovar, quién, irónicamente años atrás, fue su amigo de infancia. El ejército nacional ocultó el cadáver en un estratégico lugar separado de las demás fosas comunes y el lugar no fue revelado al público. Se realizó un funeral simbólico en la iglesia de San Diego y un entierro también simbólico. Se hizo también una misa en los terrenos de la Universidad Nacional.

Su vida estuvo marcada por la búsqueda de respuestas y la lucha por la justicia social. Aunque fue breve, su legado perdura como un ejemplo de compromiso y valentía en la búsqueda de un mundo más justo y equitativo. Llegó a lo más profundo en la conciencia del pueblo latinoamericano. Su carisma sin igual aún pervive en la cultura colombiana y por cierto, en la vasta tradición de héroes e íconos populares de nuestra América.

Dos grandes reflexiones que atraviesan la vida y el pensamiento de Camilo son:

El pueblo tiene derecho al poder. Hay que preguntarle a la oligarquía cómo lo va a entregar. Si lo entrega pacíficamente, lo tomaremos pacíficamente, pero, si decide entregarlo por  la violencia, nosotros lo tomaremos violentamente”.

“El deber de todo cristiano es ser revolucionario, y es revolucionario hacer la revolución”.

Staff y Editores

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