Primer año sin el Papa Francisco: su legado, nuestra lucha

Este 7 de agosto no es como los anteriores. Es el primero sin nuestro querido Papa Francisco, el pastor del pueblo, el hijo de Flores, el hombre que llevó la voz de los humildes hasta lo más alto del mundo. Su ausencia se siente, pero su presencia espiritual nos acompaña más que nunca.
Desde la Iglesia San José de Flores, donde Jorge Bergoglio escuchó el llamado de Dios, brota este homenaje cargado de memoria, fe y compromiso. Allí, donde comenzó su camino, hoy renovamos el nuestro. Porque su historia es también la nuestra: la de un pueblo que no se rinde, que cree en la justicia, que lucha por quienes menos tienen.
Este año, bajo el lema “Por quienes menos tienen, no bajamos los brazos”, marchamos con el corazón encendido. Porque Francisco nos enseñó que la fe sin obras es estéril, que la Iglesia debe estar cerca de los pobres, que el Evangelio se vive en las calles, en las ollas populares, en los barrios olvidados.
Su legado no es solo espiritual: es profundamente político en el sentido más noble. Nos recordó que el pan no puede ser privilegio, que el trabajo no puede ser castigo, que la tierra no puede ser mercancía. Nos enseñó que la paz se construye con justicia social y que la esperanza es revolucionaria.
Desde Flores al país entero, levantamos su bandera.
En su nombre, decimos: no bajamos los brazos.
Porque cada gesto de solidaridad, cada marcha, cada abrazo al que sufre, es una forma de mantener vivo su mensaje.
San Cayetano nos convoca. Francisco nos inspira.
Y nosotros, el pueblo que lucha, seguimos caminando.
Por pan, por techo, por tierra, por trabajo.
Por paz. Por dignidad. Por quienes menos tienen
El Papa Francisco no fue solo un líder espiritual. Fue —y sigue siendo— una voz incómoda para los poderosos, un abrazo para los descartados, un faro para los que caminan en la oscuridad de la injusticia.
Desde su primer día, nos invitó a salir de la comodidad, a romper el silencio, a sacudir las estructuras que excluyen. Nos dijo con claridad:
“¡Hagan lío!”
No por rebeldía vacía, sino por amor al prójimo.
No por ruido, sino por justicia.
No por confrontación, sino por transformación.
“Hacer lío” es levantar la voz cuando otros callan.
Es organizarse cuando quieren que estemos dispersos.
Es marchar cuando nos quieren quietos.
Es amar cuando nos quieren divididos.
Francisco nos enseñó que la fe no es neutral. Que el Evangelio se vive en las calles, en las villas, en los comedores, en las luchas. Que el cristianismo verdadero incomoda al poder cuando ese poder oprime.
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Hoy, aunque no esté físicamente entre nosotros, su mensaje sigue latiendo en cada bandera que se alza, en cada olla que se enciende, en cada paso que damos por paz, pan, techo, tierra y trabajo.