La historia de los pibes que reciclan computadoras en un proyecto de la economía popular
Empezarón a arreglar computadoras en pandemia cuando era una urgencia para el barrio. Hoy enseñan a reparar equipos a vecinos y organizaciones sociales con cursos certificados por la Universidad de Avellaneda. La historia de Oli,Josué,Velazquín,Leo y Alejandro.
Sobre la mesa de trabajo tienen la herramienta más modesta: un destornillador. “Esto es como en todo lo popular: hay que dar la pelea con dos palitos de helado”, dice Oli y se ríe. No por nada ese instrumento -aunque ojo con su apariencia inofensiva. Oli tiene 21 años, es el centro del grupo gracias a una envidiable capacidad de explicar fácilmente lo más difícil. Fundó la cooperativa con su amigo y excompañero de secundario Josué, que ha llegado al lugar de trabajo con una camisa con el logo de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular. La cooperativa nació en este lugar donde hacemos la nota, la sede del Movimiento Los Pibes, histórica organización social del barrio de La Boca.
El taller está bien iluminado, con luces sobre cada una de sus grandes mesas. Las paredes blancas están cubiertas de guías de trabajo. En el piso de arriba, subiendo por una escalera empinada, se va a la FM Riachuelo, también del Movimiento. Y en el edificio funciona además una Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario (Caac) para personas con consumos problemáticos. Hay otros logros, pero esos dos datos vienen a cuento porque hacen a la historia. En 2020, Oli y Josué trabajaban con los jóvenes que van a la Casa de Acompañamiento. Llegó la pandemia. El acceso a la tecnología se convirtió en urgencia. De la Caac y el Covid nació la idea de armar un emprendimiento para resolver lo tecnológico y crear trabajo autogestivo. “Fue, sobre todo, una decisión política”, remarca Josué. Sabían poco sobre computadoras, “pero le empezamos a poner cabeza”.
Josué y Oli cuentan con entusiasmo el proceso: cómo con el grupo inicial refaccionaron este entrepiso, que era un depósito, para convertirlo en taller, tirando abajo paredes de durlock, encontrándose con más nidos de ratas de los que hubieran querido ver, las jornadas de revoque y pintura.
¿Pero dónde aprendieron sobre computadoras?
-En el mismo taller: fuimos construyendo un conocimiento colectivo, con los que estábamos y los que siguieron, Todos sabíamos un poco, aunque desarmamos bastante hasta aprender. Asegura Josué
Cambiar la lógica:
Entre lo que les tocó desarmar estuvo la idea misma del servicio técnico, porque al mes de empezar, colapsaron. Todos en el barrio necesitaban una computadora y todos para ya. En la cooperativa encontraron cómo reciclar máquinas de hasta 18 años de antigüedad.
“Vimos que habíamos planteado todo mal. El barrio necesita la tecnología, pero en vez de compartir algo de lo que veníamos laburando, aprendiendo, nos habíamos puesto como eruditos, dueños del saber. Y los compañeros, en lugar de organizarse y abordar lo tecnológico, venían a pedirnos, como si nosotros pudieramos solucionar el problema, apunta Oli.
Josué recuerda que para armar el proyecto habían tenido mucho debate político. “Habíamos analizado la obsolescencia programada, que es la forma en que los poderes que monopolizan la tecnología concentran su poder. La obsolescencia hace que un componente se rompa más rápido, pero parte del esquema es que no lo puedas cambiar fácilmente. Nosotros no podíamos resolver un problema sistémico si no cambiábamos las lógicas que tenía detrás. Si seguíamos ratificando un esquema donde los que saben son eruditos, no íbamos a cambiarlo”.
Se pusieron a enseñar. Armaron talleres de referentes tecnológicos “para que en cada espacio comunitario hubiera compañeros y compañeras que abordaran la cuestión. Y empezamos a meterle trasfondo político, a mirar la lógica que impone cada tecnología y ver cómo contraponerle lógicas comunitarias”.
Abrir la puerta:
Ahora damos un salto en el tiempo: ya fueron dados decenas de talleres, la cooperativa tiene nueve integrantes que viven de su trabajo. Sostienen el emprendimiento productivo de armado y venta de computadoras, una escuela popular y una escuelita para chicos.
“Nosotros le ponemos mucha cabeza a la economía popular, porque ese tejido social, esa red o como quieras llamarlo, es lo que importa”, concluye. “Sabemos que el sistema no genera el empleo que generaba antes, ni lo va a generar nunca más, pero va a haber trabajo si se lo construye a partir de la comunidad, de la solidaridad, del amor, de la fraternidad, que son nuestros valores. Sacando el individualismo, el ‘me salvo solo’, la venta por encima de todo. Por eso hacemos trueques, o nos ayudamos poniéndole a las compus un precio miti y miti, en parte pesos y en parte trueque. La creación de comunidad es importante. De lo que hablamos es de eso, de salir de la lógica de la economía del descarte”.