Evita, a 67 años de su paso a la inmortalidad. Algunos girones de su vida

Sangra tanto el corazón del que pide, que hay que correr y dar, sin esperar.
El 7 de mayo de 1919 nació en el insignificante pueblo de Los Toldos, Eva Maria Duarte, una mujer que cambiaría definitivamente la historia del Pueblo argentino.
Una niña que no conoció a su papa, conoció su cuerpo muerto en 1920, su mama la había llevado a conocer a quien no la había reconocido, mientra ella, según contó, se entretuvo mirando el ventilador de techo. En esa época soñaba con ser actriz, y no solo eso, sino ser una estrella de Hollywood, cosa que tal vez hubiese logrado, sino porque el destino le tenia deparados otros menesteres.
De pequeña conoció la humillación, el calzado apretado o gigante, gastado y roto, herencia de sus hermanas mayores (era la mas pequeña de sus hermanas). También supo lo que muchos de los pobres de esa época y lamento decir de estas también, la dádiva de las señoras de la “beneficencia” que le acariciaban la cabeza con cierta prevención mientras le donaban, a la vista de toda la escuela, unos guardapolvos usados o el vestido pasado de moda que alguna de sus hijas había abandonado. Ahí empezó a odiarlas de forma prolija:
“Desde que yo me acuerdo, cada injusticia me hace doler el alma como si se me clavase algo en ella. De cada edad guardo un recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente. La limosna para mí fue siempre un placer de los ricos; el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuera aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son, para mí, ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes”
Quien sabe si fue la forma en que el destino forjara a esta mujer sufriente que regalaba anteojos, en una de esas charlas con aquellas mujeres de la alta sociedad, que tanto la despreciaban, una de ellas le comentó: “ha visto que buena vista tienen los pobres, ninguno de ellos usa anteojos”, haciendo gala de su vista inmisericorde y tan distante de una buena parte de la sociedad.. Será por eso que Evita regalaba anteojos, y dientes postizos, y maquinas de coser. Hoy todavía muchos siguen denigrando esas acciones, de paso han convencido a muchos que todo provenía de lo que le sacaba a las fabricas, también que regalando maquinas de coser dejaba a los pobres en los trabajos menos remunerativos y así se aseguraba que siguieran en la pobreza.
Hija de una época, Eva hizo con lo que tenia a mano, mucho mas que los que tenían todo en la mano y la cerraban al pueblo que padecía. Ella tuvo un papel protagónico en la vida pública cuando las mujeres estaban confinadas al hogar. Lideró la campaña para la aprobación del voto femenino y dedicó parte de su gestión a consolidar derechos de las mujeres y los niños. Sin embargo, fue crítica del feminismo de su época, a cuyas simpatizantes describió así: “Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres”. Los tiempos eran distintos. Su figura no era la de una mujer emancipada del patriarcado sino la de una madre: “Como mujer siento en el alma la cálida ternura del pueblo de donde vine y a quien me debo”, dijo alguna vez. Que no era feminista, ¡Claro que no! no tuvo tiempo de serlo, estaba ocupada en salpicar con un poco de alegría a la clase olvidada, regalando pelotas y muñecas a chicos que por primera vez no solamente tenían un juguete propio, sino que por primera vez podían ser niños y jugar, sin tener obligaciones laborales. Sin embargo entre sus interminables jornadas en su fundación, resolviendo las urgencias de los necesitados, porque como ella dijera: “Sangra tanto el corazón del que pide, que hay que correr y dar, sin esperar”, logro lo que sus pares feministas habían peleado y no habían logrado, los derechos cívicos de la mujer argentina, en 1947, y por su decisiva influencia, se sancionó la ley 13.010, que permitió a las mujeres por primera vez votar y participar activa y políticamente en la democracia argentina.
Lo que la hizo diferente es haber dado tanto de sí. Esa capacidad de estar con el otro, de vivir para el otro, de dar tanto amor, es lo que nos hace mejores. Y el momento que estamos viviendo nos invita a poner más de nosotros por el que está al lado. Pudo ser la primer mujer que ocupara un lugar tan alto como la vicepresidencia de su país, la presión y oposición de los militares y de la oligarquía se lo negarían.
Un 9 de enero, de 1950, asistía a la inaguración de un nuevo local del Sindicato de Conductores de Taxis, ese día el calor era insoportable, 38 grados, en medio de ese sofocón se desmayó. Hubo dos diagnósticos, apendicitis para el publico; pero para sus íntimos fue cáncer de útero. Su medico, el ministro de Educación, Dr. Oscar Ivanissevich, la atendió y aconsejó que se realizara la histerectomía. Pero ella, cometiendo un error que sería fatal, se negó para no dejar de trabajar. Día tras día su salud fue empeorando en tanto que obstinada se negaba a encarar seriamente su gravísima enfermedad. Estaba enferma y enojada. Le parecía absolutamente injusto que lo que no habían podido lograr sus “contreras”, lo consiguiera su salud.
Cuentan los viejos y nostálgicos peronistas que llovió durante 13 días después de su muerte. Eva Duarte de Perón, “Evita” tenía 33 años. El sábado 26 de julio de 1952 a las 20:25 los médicos tomaron el pulso y registraron el último latido. Apenas 1 minuto después, un parte oficial informó a la ciudadanía que “la jefa espiritual de la nación acababa de pasar a la inmortalidad”, los humildes la lloraron, cuando pienso en su vida recuerdo aquellas rimas de “El Necio” de Silvio Rodríguez:
“Dirán que pasó de moda la locura
Dirán que la gente es mala y no merece
Más yo partiré soñando travesuras
(Acaso multiplicar panes y peces)”
Sergio Richaud
Pastor y Teólogo
Staff y Editores
